Regalame una sonrisa en este nido de alquitrán

3 feb 2014

Conectados (digo no a la gente-piedra-corazón)

Me enferma, me revienta, me saca: gente corazón de piedra, o incluso sin corazón. 

Será que en este mundo, alocado y desequilibrado como es, habitamos los seres humanos sin darnos cuenta de las cosas como realmente son.

Solía tener una profunda convicción cuando decía “Tengamos los mismos derechos, somos todos iguales”, al hablar de una ley que hoy ya no es debate, sino realidad pura y concreta. Ahora me doy cuenta que no, al menos en ciertos aspectos.

Quizás erróneamente, pero empiezo a creer que sí se nos puede, al menos, distinguir de una manera.
Y no digo géneros, no digo razas, no digo clases. NO. 

Digo entre los que sienten por los demás y los que no. 

“Los que no”, esa extraña especie que nos acompaña día a día, en el trabajo, en el colegio, en nuestra casa. Por todos lados. Los que no.  
Esos que miran tan solo en su mínimo alrededor, teniendo mucho cuidado de no exceder ese estrecho límite. Recelosos, desconfiados, limitados.
Su universo está configurado por un área de 30cm a la redonda. (Metafórica y literalmente, digamos: en la calle, no ven más allá de sus propias narices; con respecto al mundo en general, les importa tan solo aquello que en forma directa y específica les afecta. Lo demás, problema de otro será.)

Fría, fría… ¡Qué gente fría! No dan nada por nadie, no…


Abiertamente, me declaro miembro del primer grupo.

Esos a los que nada nos es indiferente, aunque vistos de fuera nada parezca afectarnos (es que es difícil, che, ponerse a explicar en el momento todo lo que nos pasa por dentro; la cantidad de pensamientos que, cual río furioso, crecido, arremete contra nuestra conciencia, esa orilla gastada y cansada).
Esos que no podemos evitar sentir como propio el dolor ajeno, por más leve, distante y/o remoto que sea.
Los que no sabemos quedarnos callados cuando estamos seguros de que hay algo más por decir (mal que nos pese, es así, en ocasiones el silencio no es otra cosa que cobardía, desentendimiento de aquello de lo que todos deberíamos ser responsables).
Los que en todo momento somos concientes de (y tenemos mucho cuidado con) los sentimientos del de al lado, por más exagerado que parezca.
Los que sabemos pedir perdón, cuando y como corresponde.


A veces, los-que-sí nos damos cuenta de cuánto más complicada es la vida siendo así justamente. Nos pasa cuando vemos a los-que-no ir tan plácidos por la vida, tan despreocupados de todo, tan inalcanzables tras sus murallas de tranquilidad y desinterés al mismo tiempo.

Pero enseguida nos damos cuenta: es mejor así.

Es mejor estar todos los-que-sí acá abajo, peleándola juntos, codo a codo, compartiendo, avanzando, dando batalla a las vueltas y trampas que el destino nos planta en el camino. CONECTADOS.  

Mejor eso, que estar allá arriba, en lo alto de la torre, viendo solamente a otras torres perdidas en la distancia, recortándose en el horizonte, lejanas… Lejanas.


Catalina Kail

No hay comentarios:

Publicar un comentario